viernes, 17 de julio de 2009

Nuestro primer CD


Me detuve ante una linda puerta de madera de la casa donde nos habíamos citado, sintiendo curiosidad y un poquito de excitación ( que yo esperaba que obrara en mi favor).Me atendió un chico de doce años-después lo supe- Agustín, que me hizo pasar cuando mencioné el nombre de la persona que estaba a cargo. Me condujo hasta el pequeño estudio y muy amablemente me preguntó si quería mate, galletitas, escuchar música o mirar televisión mientras esperaba a mis compañeros Existen todavía chicos así? Le agradecí, mientras miraba los diferentes objetos de la habitación, en realidad todos instrumentos musicales, micrófonos, el retrato de Gardel en la pared, el piano alemán muy bien lustrado. Es que todavía no lo dije: mis compañeras y Juan, nuestro director, llegarían de un momento a otro porque yo estaba en un estudio de grabación para grabar, junto con ellos, nuestro primer CD con cuentos de Chejov que pertenecen a un espectáculo que ya presentamos varias veces, “Chejov al oído”.
Al poco tiempo fueron llegando las demás, digo “las” porque Juan nos avisó que estaba retrasado pero ya venía, para gran alivio de nuestra parte. ¿Qué hubiéramos hecho sin él?
Y llegó y así pudimos comenzar una nueva aventura en nuestro mundo de narradoras. Tal vez decir aventura es exagerado, debería decir “experiencia”, pero yo, que a veces soy tímida, escondo como corresponde un alma aventurera, y vivía la situación de esa manera, con deseo y expectativa ante lo desconocido.
El ambiente que se creó mientras esperábamos para contar no diré que fue de nerviosismo, pero…casi casi, pese a que Carmen y Clía ya habían pasado por experiencias similares. Betty y yo éramos vírgenes (respetuosamente aclaro que se trata de una metáfora..
Por fin comenzamos .Cuando el joven que se encargaba de realizar la grabación hacía un gesto detrás del vidrio, yo me acordaba de las veces que había visto una escena parecida en una película. Y ahora era la realidad y éramos nosotras las que participábamos ¡!! Ja!
Una linda sensación, casi divertida, pero también tenía sus bemoles. Lo que irremediablemente nos sucede algunas veces cuando estamos en el escenario, un furcio, un olvido, un tono de voz poco apropiado, aquí no podía pasar de ninguna manera. Cada vez que algo de eso sucedía, o éramos nosotras las que hacíamos señas para cortar la grabación, o las más de las veces, era Juan. Yo me atreví a negar que había pronunciado mal una palabra. Los comentarios sobran…
Una de las veces que se pone sobre el tapete la cuestión de tratar de ser objetivos con respecto a nosotros mismos, ocurre cuando escuchamos nuestra propia voz sin estar acostumbrados a ello. Al principio resulta muy extraño. Cómo, esa es mi voz, así me escuchan?
A veces nos gusta, a veces no. Para una narradora, aunque su ego pueda sentirse molesto, es sin duda muy útil. Veremos que efectos ejercerá sobre nosotras, para beneficio de quienes vienen a escucharnos.
Cuando terminamos con nuestros cuentos, fuimos testigos de la manera en que Juan iba cortando e introduciendo la música, esa amiga que agrega clima y magia.
Después de varias horas, el trabajo llegó a su fin. Agradecidos, nos despedimos de la amable gente que nos asistió. En la calle hacía mucho frío pero, aunque suene cursi, creo que todos teníamos el corazón calentito.
Gisel Glasman
.
.

1 comentario:

Carolina dijo...

Ehhh!! Qué linda noticia!! Me alegro tanto y los felicito. Se merecen cada momento que están viviendo con el Grupo, porque se nota que en él ponen el corazón. ¡¡Feliz día amigas/os!!