miércoles, 19 de septiembre de 2007

De Héctor Tizon

“El hombre hirsuto, aún encorvado, con las manos abatidas hasta las rodillas, ha regresado de prisa a la boca de la caverna donde su gente espera, contrita y acuclillada junto al fuego que no deja morir. El hombre, mediante sonidos guturales, ademanes precisos y el fulgor de sus ojos relata aquello que acaba de acontecer y de lo cual ha sido testigo oculto y tal vez involuntario. En esos momentos el hombre hirsuto que narra, hechiza aún más que las llamas del fogón que se consume.
Desde entonces, las armas y los dones de un narrador son las mismas que las de un cazador: el ojo, el oído, el olfato, el corazón.
Durante milenios ocurrió así. El relato, la narración fue experiencia de vida y de sueños a compartir. Ahora algunos agoreros dicen que el privilegio humano de contar historias se ha agotado, que la novela ha muerto, que la historia ha muerto.
Sólo podemos decir que el amor ha muerto cuando ha muerto en nuestro propio corazón…”
Tierras de frontera

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno el texto de Tizón. Sigan así. Cariños.